lunes, 29 de septiembre de 2008

O

Tengo que parar de leer la Historia de O. No puedo más. Me tiene exhausta y temblando toda la mañana. He tenido que meterme en el aseo de la oficina a relajarme un rato y a respirar hondo para encontrar de nuevo la serenidad para seguir introduciendo datos en el programa de contabilidad. Y para qué mentir, a satisfacerme un rato en silencio. No puedo parar y sin embargo debo hacerlo.


Es demasiado intenso, demasiado parecido a la vida, demasiado real, demasiada poca fantasía.

Antes de haber abierto la primera de sus páginas, siempre lo imaginé como una historia erótica más que, de alguna manera, había conseguido subir un escalón más alto que las demás. Ahora entiendo por qué. Me ha caldeado la sangre a fuego lento desde la primera línea. Señor, es todo tan llano, tan sencillo, salvando el tema castillo de Roissy por supuesto, pero quién sabe, quizá exista realmente un lugar así en alguna parte. Desearía tanto encontrarlo….

René, Sir Stephen, O, en la película me parecieron vacíos y algo sosos…… Éste es un ejemplo de cómo las palabras muchas veces dicen más que mil imágenes. Es imposible mirar una pantalla y sentir como O el calor de la chimenea sobre tu muslo izquierdo desnudo sobre la alfombra.

Sentada en la silla de mi trabajo he volado, doy gracias que nadie me ha reclamado en el rato que he viajado al piso de Sir Stephen, no sé qué hubiera sido capaz de responder.

No entiendo cuál es el poder de este relato. Pero mis músculos no dejan de temblar y mi mente es incapaz de regresar al mundo de las facturas.
Creo que es la poderosa batalla entre la entrega y la rebeldía.

No puedo con ella. Que dios me ayude.