Le encantaba mirar su piel erizada cuando tenía miedo.
Temblaba ligeramente. Ella intentaba ocultarlo; sin embargo, la cuerda alrededor de sus muñecas le impedía apretar los brazos junto al cuerpo, y eso le hacía temblar a ojos de cualquiera.
Pero ahí sólo estaba él para mirar.
Podía percibir el miedo en sus ojos, la humillación. Pero también podía percibir la gratitud en el fondo de sus pupilas, al fondo, muy al fondo, luchando por imponerse a la rabia.
Para poder verla bien hacía falta acercarse mucho a su cara, respirarle encima de la boca, pero, sí, mírala, ahí están la gratitud y su felicidad.
Ella hubiese querido salir corriendo a leer un libro, pero era sólo la rabia y ambos lo sabían. Ella no era así.
… por favor, enséñame…
Y ahí estaban, ella sudando, temblorosa, amarrada en la cama, él grande, cariñoso y seguro, con una correa de cuero en la mano…..bueno, esto último era sólo una precaución.
Era la tercera tarde de la misma rutina y no estaba cansado. No había prisa. Ella lo había pedido.
¿Estás segura?
… sí…
Cada tarde, al cerrar la puerta del mundo exterior, se encuentran los dos en su casa. Se desnudan y se duchan para dejar fuera todo lo de fuera y quedarse solos. Frente a frente. Habla cuanto tengas que hablar, hazlo ahora; luego tendrás que estar en silencio. Vacíate de fuera, coloca tu ropa y tu bolso en su lugar, míralo todo y vacíate. Te quiero para mí solo.
La toma de la mano y la coloca en una silla, las manos atrás y juntas. Ella ríe incrédula y gruñe al recolocarse las muñecas dentro de la atadura… así mejor…Se aleja unos pasos para mirarla. Y la mira.
La mira un rato indefinido y caliente.
Ella, mientras, siente un punto de calor moviéndose por su cuerpo y algo de vergüenza. No sabe dónde mirar ni qué hacer.... claro que tampoco hay mucho que hacer..... Pasan los minutos en silencio; el calor se hace insoportable.
Empieza a enfadarse y a reírse de sus propios nervios. Entonces él se acerca a ella riendo también y le acaricia una pierna despacio. Ese momento es en el que ella empieza a temblar y no va a dejar de hacerlo hasta la noche….
Le pasa la lengua por la cara y el cuello dejando un rastro húmedo en su piel que le provoca un escalofrío. Ya no hables. No tienes voz...
Se coloca frente a ella, frente a su cara. Se baja la cremallera. Abre la boca. Y ella abre la boca. Tiene una erección tremenda y no entra entera, pero no importa porque no se trata de eso. Se trata de que entre hasta dentro y se quede ahí quieta. Ella se esfuerza por mantener una respiración regular, pero no siempre lo consigue y le vienen arcadas. Él le sujeta con ternura la cabeza sin permitir que se aleje. Empieza a moverse, primero despacio, y más fuerte después. Ella se queda quieta, controlando que la lengua se adapte a los movimientos sin traicionarla, sin hacerla vomitar... Cada vez se mueve más deprisa, más y más y más y más ¡¡¡¡¡........!!!!
Trágalo, mi vida.
Una lágrima resbala por su mejilla a causa del ahogamiento. Y cuando puede volver a respirar, lo traga. Intenta sonreír pero tiene las comisuras de los labios pegajosas y le cuesta.
Se acerca de nuevo a los ojos de ella y el brillo que encuentra le hace retroceder. Huele a semen y a gloria.
Se marcha del salón y ella le escucha trastear en la nevera.... Con gusto le daría un buen trago a la botella de agua, que ella misma había rellenado por la mañana. Gime para llamar su atención. Los pasos se acercan y en lugar de agua recibe una bofetada.
Que te calles.
Se sienta en el sofá y enciende la televisión. Antes ha girado la silla para que ella no pueda mirarle. Le ha introducido un trozo pequeño de tela en la boca y lo ha sujetado con un pañuelo anudado en la nuca. Déjame tranquilo un rato.
Estaba empezando a quedarse dormida cuando escucha el golpe seco de un cajón en el dormitorio. Pasos. Se le ha dormido el brazo derecho. Levanta la cabeza y él está de nuevo frente a ella. Antes de que pueda tratar de sonreír a través del pañuelo recibe una nueva bofetada, ahora en el otro lado de la cara. Él le agarra del pelo y tira hacia atrás obligándola a mirar hacia el techo. Tantea buscando el pezón izquierdo y cuando lo encuentra lo aprieta con los dedos, lo estruja, lo deforma, ella cierra los ojos para sobrellevar los pinchazos; a cambio, la fuerza del tirón del pelo se duplica. Mira a tu amo. Y ella mira a su amo con los ojos muy abiertos. Corrientes de dolor se expanden desde su pecho y su brazo por todo el cuerpo, la recorren entera en oleadas, siente cómo va soltando líquido entre sus piernas. Se sonroja el cuerpo de vergüenza, no quiere mirarle, no quiere seguir con esto, quiere un sándwich de nocilla y un vaso de leche, tiene miedo, no le gusta. Le pican los ojos de lágrimas calientes. Pero él sigue sintiendo en ellos la gratitud a lo lejos y aprieta con más fuerza su carne......
Ha traído el collar. Le recoge el pelo con una mano y con la otra se lo abrocha dejando la anilla en la parte de atrás. Anuda una cuerda y vuelve al sillón. Luego, a intervalos, tira de ella para impedirle respirar. Eres mía, ¿lo ves? Respiras cuando yo quiero. Ella tiembla en la silla y solloza ligeramente. ¿No lo crees? ¿No lo crees? Se acerca y le coloca un dedo bajo la nariz. Es un aroma maravilloso. No respires. No se asusta, y deja de respirar. Más fluido entre sus piernas, más latidos de la sangre, la visión se nubla, más fluidos, el corazón se acelera, la mira a los ojos, dime, quién es el más fuerte, ella aprieta la lengua contra el paladar, no quiere respirar, la vergüenza de disfrutar le da mucho calor, quiere llorar, se le escapa aire.... ¡no!
Cae el primer correazo sobre el muslo, lo cual hace que tiemble sin ningún tipo ya de control. El segundo cae sobre un pecho y éste rebota varias veces en el aire antes de tomar un tono rosado. Suspira ruidosamente para llenar los pulmones.
¿Lo ves?
¿Lo ves como te gusta?
Mete una mano entre sus piernas y ella tensa los músculos involuntariamente. El puño gira y resbala entre la humedad. Ella gime de placer y miedo. De si misma. De abandonarse. Está llorando de miedo. No le gusta y se estremece. Mira a su amo con una mezcla de desafío y de súplica. Desea parar... o mejor, desea que él piense que quiere parar. No quiere, o sí, sentir placer de esta manera. Es humillante. Pero su cuerpo ha empezado a hablar por ella y no calla, no calla y se deshace entre sus piernas.
Tirando de la cuerda sujeta a su cuello la conduce al dormitorio y la lanza sobre la cama. Ella cae bocabajo, las manos aún atadas a la espalda.
Deshace las ligaduras y la sujeta con las manos y los pies estirados hacia cada poste de la cama. Antes de cubrirla entera con una manta le mira el vientre tembloroso y sonríe. Mi perrita asustada.
Y se va de casa.
Ella se queda debajo, respirando aire caliente, indignada, confusa ¿dónde se ha ido?, indefensa, traga saliva con sabor a tejido, estoy harta. Y vuelve el latido lejano entre las piernas y el nudo en la garganta. Cabrón ¿y si me pasa algo? No me dejes aquí...., no se atreve más que a pensarlo, de todas formas sigue amordazada, no tiene sentido esforzarse más.
Han pasado muchos bombeos de sangre y muchos suspiros cuando escucha la puerta. No sabe que él ha estado en el descansillo del ascensor, leyendo una novela. Nunca la dejaría realmente indefensa.... pero ése es su secreto, porque
Le encanta mirar su piel erizada cuando tiene miedo.
Puede percibir el miedo en sus ojos, su humillación. Pero también percibe la gratitud en el fondo de sus pupilas, al fondo, muy al fondo, luchando por imponerse a la rabia.
Es la tercera tarde de la misma rutina y no está cansado. No tiene prisa. Ella lo ha pedido.
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